Hace hoy un año publiqué el siguiente post en John Doe Beach en El País: Our Defense Is Your Accusation*.  Durante este año han pasado muchas cosas. Una de ellas ha sido nuestro forzado exilio de El País. JDB ha quedado congelada en el tiempo en ese periódico*. Pero no ha pasado nada que justifique modificar ni una letra de aquel post, que hoy reproduzco aquí para que no olvidemos que una conmemoración no es, necesariamente, una celebración.

Hoy se conmemora algo muy concreto: la lucha que logró poner límite legal al número de horas diarias en que un trabajador podía ser explotado, nada menos… y nada más. Eliminar esa explotación estaba en la agenda de los anarquistas de Chicago* pero, como ellos, pasó a la historia colgada de una soga.

Aquellos hombres fueron linchados por el brazo mediático-judicial de la oligarquía estadounidense de la época*. Habían llegado al nuevo mundo huyendo de las condiciones atroces de explotación de los trabajadores en las que se asentaba la riqueza de la oligarquía europea, pero al otro lado del Atlántico encontraron un espejo que reflejaba el punto de partida.

Más de cien años después, la libertad que les costó la vida se entiende de otra forma, que es la misma en ambos lados del espejo: la “libertad” de los trabajadores de negociar el nivel de explotación al que someterse* a fin de preservar la sacrosanta libertad de la oligarquía transatlántica de seguir explotándolos.

Ha pasado más de un siglo desde que periodistas y jueces se unieron para acallar las voces de August Spies, Albert Parsons, Adolph Fischer, George Engel, Louis Lingg, Michael Schwab, Samuel Fielden y Oscar Neebe. Spies, justo antes de que lo ahorcaran junto a sus compañeros, Parsons, Fischer y Engel, dijo: “The time will come when our silence will be more powerful than the voices you strangle today!” (¡Llegará el día en que nuestro silencio sea más poderoso que las voces que estranguláis hoy!) Se han cumplido sus palabras. Su silencio, el silencio de la libertad, la verdad, la razón y la justicia tiene hoy una fuerza ensordecedora*.

La banda sonora de este post no puede ser otra que La Internacional*. El vídeo es una anárquica mezcla de 47 idiomas, que da la sensación de estar orbitando la tierra con la radio puesta y cambiando de emisora cada pocos segundos.

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