Sin ti no son nada. Sin tu voto no son nada. Pero una vez lo tengan, no importa a quién hayas votado ni por qué, ya pueden hacer lo que quieran sin ti y contra ti. Pueden impedirte ganarte el sustento. Pueden impedirte acceder a una vivienda digna. Pueden privarte de libertad. Pueden llevar la miseria, la destrucción y la muerte a cualquier parte del mundo en tu nombre. Tu voto es la única arma que tienes para detenerlos, para defenderte pacíficamente. Si se lo entregas, ¿cómo los detendrás, cómo te defenderás cuando lo utilicen para atacarte?
Si mañana quieres utilizar tu voto para detenerlos, infórmate antes sobre las consecuencias prácticas de cada opción.
Votar en blanco es votar SÍ a la Ley D’Hondt. Es votar SÍ al sistema que utiliza tu voto para dejarte indefenso. Es votar SÍ a la partitocracia bipartidista.
Explicación: El voto en blanco entra en el recuento de votos que utiliza la Ley D´Hondt para eliminar del reparto de cargos de concejales y diputados a los partidos minoritarios que no alcancen el 5% del total de votos computables (votos a candidatos + votos en blanco).
Votar a un partido minoritario es votar SÍ a la Ley D’Hondt. Es votar SÍ al sistema que utiliza tu voto para dejarte indefenso. Es votar SÍ a la partitocracia bipartidista.
Explicación: El voto a un partido minoritario entra en el recuento de votos que utiliza la Ley D´Hondt precisamente para eliminar del reparto de cargos de concejales y diputados a los partidos minoritarios que no alcancen el 5% del total de votos computables (votos a candidatos + votos en blanco). No es un voto protesta sino un voto de apoyo a una opción política minoritaria concreta dentro del sistema que utiliza tu voto para legitimarse en su conjunto.
Abstenerse o emitir un voto nulo es votar NO a la Ley D’Hondt. Es votar NO al sistema que utiliza tu voto para dejarte indefenso. Es votar NO a la partitocracia bipartidista.
Explicación: La abstención o el voto nulo no entra en el recuento de votos, de modo que la Ley D´Hondt no puede utilizarlo. Abstenerse o emitir un voto nulo son las únicas formas de protestar con la seguridad de que tu protesta no servirá para legitimar aquello que rechazas y quieres cambiar. La única diferencia entre ambas opciones es que con el voto nulo puedes enviar un mensaje a los políticos (el que quieras, el voto es secreto) metiéndolo en el sobre en lugar de la papeleta.
Tú decides. Usa tu imaginación. Usa tu poder. Tú puedes cambiar el futuro.
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JAJAJAJAJ Dhond’t Vote.
Gracias por la aclaración y por un post que es una caña.
Fíjate si tienes razón que el editorial de hoy de El Pais titula “En todo caso, votar” y dice “Las elecciones sirven para legitimar con el voto a quienes por un periodo limitado van a gobernar desde los distintos niveles de la Administración”.
¡¡¡¡Hay que abstenerse o meter un chorizo en la papeleta!!!!
¡Qué gran noticia es que hayas vuelto, John! He dejado un comentario en El País http://blogs.elpais.com/juan_cruz/2011/05/una-reflexión.html y cuando vengo aquí veo que Alex G. y yo hemos coincidido en lo del editorial http://www.elpais.com/articulo/opinion/todo/caso/votar/elpepiopi/20110522elpepiopi_1/Tes
Repito aquí más o menos lo que he dicho. Creo que nadie puede dudar a estas alturas que su objetivo es que legitimemos con nuestro voto lo que hagan después de las elecciones y ya sabemos lo que han estado haciendo. Pero además tengamos en cuenta que ninguno de los partidos que nos pide el voto ha dicho cómo se propone liberarnos de la oligarquía financiera criminal que es realmente la que nos gobierna en esta dictadura del capital. Ninguno de ellos lo ha dicho.
Está claro que votarles en estas condiciones es la mayor de las irresponsabilidades. Como tú dices: “Tu voto es la única arma que tienes para detenerlos, para defenderte pacíficamente. Si se lo entregas, ¿cómo los detendrás, cómo te defenderás cuando lo utilicen para atacarte?”
Un fuerte abrazo, camaradas.
Las cifras son cifras, no verdades. Las cifras pueden decir muchas cosas, y ocultar muchas otras. Tienen la fuerza de la objetividad y por ello son el instrumento estrella para la manipulación. Las cifras no engañan, 2 más 2 siempre son 4, dicen quienes convierten 2 más 2 en 5, en 6 o en 12. Pues eso, aquí van unos cuántos números. Y cada cual que mida, que sume, que reste, que reflexione qué se puede hacer, hasta dónde se puede hacer…
PP+PSOE=14 MILLONES DE VOTOS
ABSTENCIONES+NULOS+BLANCOS=12 MILLONES DE VOTOS
PARTIDOS MINORITARIOS=8 MILLONES DE VOTOS
MÁS CIFRAS:
PP+PSOE obtuvieron en 2007 15.676.940 votos (PP: 7916073 Y PSOE 7760865)
PP+PSOE han obtenido en 2011 14.750.118 votos (PP: 8474031 Y PSOE 6276087)
EL BIPARTIDISMO HA SIDO RESPALDADO POR 926822 VOTANTES MENOS EN ESTAS ELECCIONES DE 2011, SIENDO QUE LA PARTICIPACIÓN HA AUMENTADO DE 63’27% EN 2007 A 66’23% EN 2011
Cuánto me alegra que hayas vuelto, querídisimo John! Te echábamos mucho de menos. Y a wendo también, dónde has estado metida?
Me gusta mucho el enfoque de wendo sobre los resultados de las elecciones locales en España, lo digo pensando también en el principio que coincidieron en aplicar Francisco Hernán y Alex G. sobre el editorial de El País y es que ningún medio de desinformación lo quiere enfocar así, luego si es lo que no quieren, nos confirma que será lo acertado! Ah! Y me encanta el video, John.
Besos y abrazos a todxs!
Queridísimo John, ya manifesté mi enorme alegría por tu vuelta en la “plaza pública” en la que hicimos la primera de todas las acampadas, que ya dura más de dos años!
Hace unos días que no te leo por allí ni por aquí. Todo bien, camarada?
Camaradas, copio y pego un artículo muy interesante que ha salido en Rebelión ahora y que en resumen dice lo mismo que dice el post de John.
No me canso de decirlo ¡eres el puto amo, John!
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=135924&titular=no-al-voto-en-blanco;-s%ED-al-nulo-o-la-abstenci%F3n-
No al voto en blanco; Sí al nulo o la abstención
Santi Ortiz
Rebelión
Tal vez no pocos españoles en edad de votar se sorprendan al saber que el voto en blanco en España nada tiene que ver con el que producía aquellos efectos demoledores en la novela de Saramago, “Ensayo sobre la lucidez”.
Como nuestra casta política suele interpretar las cosas en su beneficio, no considera el voto en blanco como una manifestación en contra de todos los candidatos en contienda, sino como indiferencia del emisor, que, de esta forma, expresa darle igual votar por uno que por otro.
Si a esta torticera forma de interpretación, unimos nuestra tramposa ley electoral, resulta que, en nuestro sistema de votación, el voto en blanco se suma como válido al número total de sufragios del escrutinio, lo que eleva el número de votos necesarios para alcanzar el porcentaje mínimo (3%) que da opción a la representatividad parlamentaria. Indudablemente, esto perjudica a los partidos minoritarios, al tiempo que favorece a los más votados en función del método de contabilidad de escaños basado en la Ley D’Hondt, que atiende más a la proporcionalidad que a la representatividad de los sufragios.
Como consecuencia, el voto en blanco debe quedar excluido como muestra de rechazo o condena a nuestra casta política, ya que, como hemos dicho, con él, aunque fuera abrumadoramente mayoritario, no lograríamos otra cosa que favorecer el bipartidismo del PPSOE sin que el Sistema se resintiera lo más mínimo.
Sin embargo, aún disponemos de dos vías para hacer constar el descontento ciudadano –más bien, la indignación– hacia toda esa tropa de políticos, tan deshonestos democráticamente, que, hasta ahora, no hemos podido encontrar en ninguna de las dos Cámaras ni siquiera 35 diputados o 26 senadores que tuvieran la decencia de dar al pueblo que dicen representar la posibilidad de decidir en referéndum la ultraurgente reforma de la Constitución.
Estas dos vías son: el voto nulo y la abstención.
El voto nulo con carácter intencional puede lograrse simplemente llevando de casa la propia papeleta (no oficial) donde aparezca escrito algo que elimine la ambigüedad, como por ejemplo: “No nos representáis”. Este voto, a diferencia del blanco, no se suma a los votos válidos. Y, aunque como acto individual no tiene la menor trascendencia, sí adquiere importancia cuando se convierte en una acción de masas, que es de lo que se trata.
Otra manera de exteriorizar nuestra negativa a participar en el teatrillo de marionetas en que ha degenerado la política española, es la abstención; más precisamente: la abstención política, actitud consciente de no sumarse al nunca tan prostituido carrusel de las papeletas, mostrando abiertamente una voluntad de rechazo al sistema político que usurpa lo que, atendiendo a su nombre, llamamos democracia y no lo es. El acto de no ir a votar es un acto neutro en sí mismo, que, como el anterior, sólo puede tomar un peso específico insoslayable si es el electorado en masa quien lo adopta.
No obstante, aunque la abstención es tan legítima como el voto nulo a la hora de manifestar nuestro repudio hacia el sistema, se presta a más ambigüedades que éste, y como en la crítica coyuntura en que nos encontramos, hemos de huir de cualquier confusión, parece una opción menos recomendable que acercarnos hasta el colegio electoral correspondiente con nuestro voto nulo preparado para depositar con él nuestra indignación por cuanto está sucediendo.
Hay quien sostiene que renunciar al voto es una enorme irresponsabilidad. A mí lo que me parece una irresponsabilidad superlativa es continuar participando de esta farsa, con unas reglas del juego injustas e inadmisibles y todo sumido en una atmósfera de malsana depravación propiciadora del estado de corrupción política y social que nos enfanga hasta los ojos.
Tampoco se trata de pedir perfecciones –para perfecciones estamos–, se trata de huir de una tomadura de pelo tan escandalosa que da igual lo que votes porque los que realmente van a mandar nunca aparecen como candidatos, se quedan en la sombra partiéndose de risa ante nuestras pugnas partidistas, dejando que volquemos nuestra ira sobre Rajoy o Rubalcaba, o sobre Obama, o Bush, o el político que quieran, cuyo recambio –mientras las reglas del juego sigan como hasta ahora– les trae absolutamente sin cuidado. Y desde luego, lo que supone “una rendición incondicional en la lucha por devolver a la ciudadanía sus instituciones”, es seguir llamando a esta parodia “sistema democrático”.
Estamos tocando el fondo y, por consiguiente, tenemos que ir al tronco y no andarnos por las ramas. Ni queremos este sistema corrompido, ni queremos la ley electoral existente, ni queremos la partitocracia que se ha atiborrado de privilegios a costa de dilapidar el Estado de bienestar que recibieron en legado, ni queremos ser mercancía en manos de políticos y banqueros. Queremos Democracia, no este remedo formal que lo único que tiene de democrático es llamarnos a votar (lo inservible) cada cuatro años.
Qué hemos de hacer entonces, ¿seguirles el juego eligiendo un candidato?… Sería una incongruencia. Partamos de una vez la baraja y dejémonos de paños calientes. Si todos los que estamos realmente hartos de la descomunal estafa en que se ha convertido la política, acudiéramos con nuestra papeleta de “No nos representáis” a las próximas elecciones, el rostro demudado y las profundas ojeras con que el primer ministro de la novela de Saramago compareció ante los medios para dar los resultados electorales, iba a ser una pamema comparados con los que iba a tener más de uno la noche del 20-N. Después, ya buscarían la forma de maquillarlo todo, que para eso tienen en nómina al grueso de los medios de comunicación, pero el cuento de la representatividad se les habría acabado sine die. Y nosotros estaríamos más cerca de conseguir esa democracia real que perseguimos.
Lo demás es continuar dando carrete a lo que hay.